En una esquina de la plaza se encuentra la casa de mi abuelo. Tiene dos puertas, una que da a la plaza y otra que da a la carretera comarcal y según entras por cualquiera de ellas te encuentras con la barra de un bar. Han desaparecido los taburetes y la máquina de café, pero el resto está igual que cuando lo cerraron hace más de treinta años.
Me gustaría haberlo visto abierto, entrando luz por los dos ventanales, con la barra y las cuatro mesas llenas de gente tomando chatos. Me gustaría haber visto funcionar el grifo de cerveza y el mostrador lleno de pinchos. Pero ahora las botellas del fondo solo acumulan polvo y seguramente estén pasadas, jamás se encienden a la vez los cinco fluorescentes del techo ni el ventilador y el grifo no creo que funcione siquiera.
En el suelo dentro de la barra hay una puerta que da acceso a unas escaleras de madera que llevan a una bodega. Si no te agachas cuando bajas te das contra el techo en la cabeza y toques donde toques solo hay polvo y serrín. En la bodega hay dos alturas y malamente se distinguen botellas antiguas.
En la pared del fondo hay dos puertas, la de la cocina y la del baño. El baño es un agujero en el suelo de esos que solo hay en bares antiguos como el de mi abuelo y en la cocina hay unas escaleras para subir a la vivienda.
A través de un cristal se ve el bar desde la cocina. Me hubiera encantado ver a mi abuela, a la que siquiera conocí pues murió cuando tenía yo un año, cocinar en el hogar, que jamás he visto encendido. En la cocina hay también una puerta a la calle que debía servir para entrar en la vivienda sin pasar por el bar, pero ahora está taponada por una cocina de butano. En el otro lado de la cocina, justo debajo de las escaleras hay una puerta pequeña de un metro de altura que lleva a otra bodega en la que solo hay tuberías y la llave del agua.
Si subimos por las escaleras, que son pequeñas, estrechas, de madera y oscuras llegamos a un pequeño recibidor con tres puertas. La primera de ellas va a un salón que lleva luego a la habitación de mi abuelo. La siguiente puerta da a una habitación individual pequeña con una ventana y la última lleva a otra habitación de matrimonio que tiene una puerta con otra habitación llena de baúles donde encontré mi guitarra (que algún día aprenderé a tocar).
Si subimos cuatro escalones más nos encontramos con dos puertas: la del baño y la que sube al desván. Son dos puertas amarillas hechas con tres tablas que me gustan mucho y no se por qué. Cuando abres la del baño tienes que bajar cuatro escalones más (con el riesgo que ello implica, ya os dije que son muy estrechitos). Lo que más me gusta del baño son las baldosas del suelo, pues son verdes y blancas y juego a imaginarme tornados en ellas (yo veo tornados pintados en ellas).
Si subimos por la otra puerta llegamos al desván. Siempre he creído que había fantasmas arriba, por lo que buscar sombras distintas en la pared o que se movieran también ha sido un juego de mi infancia (y de mi menos infancia). En el desván el suelo es de madera y cruje cuando lo pisas. Hay sillas y cajas viejas y dos habitaciones sin puertas. Tiene dos alturas y a la parte de arriba no he subido nunca pues para subir has de usar una escalera de mano de madera de la que no me fío un pelo.
A grandes rasgos esta es una primera vista de la casa de mi abuelo, a la que cada vez voy menos desde que murió hace cosa de dos años. Como os dije Cantalejo no me gusta, pero en cambio la casa de mi abuelo si, tiene algún tipo de magia que me encanta y si tengo (y tenéis) ocasión me gustaría que la vierais.
16 de agosto de 2006, 23:19
Bueno, bueno, acabo de plantaros dos textazos que escribí este fin de semana en el pueblo. El primero de ellos sobre Cantalejo es más bien aburrido, si bien este segundo sobre la casa de mis abuelos me es más importante. Espero que os gusten.
Un saludo!
17 de agosto de 2006, 10:52
Me ha recordado un montón a la casa de mis abuelos. Yo creo que te gusta tanto porque te sentías agusto en esa casa, porque recuerdas esos años en la infancia buscando las sombras en el desván, porque está plagada de recuerdos, de cajas por abrir... Y el pueblo, pues seguramente lo más interesante para ti del pueblo sea esa casa.
Un saludo ;)
18 de agosto de 2006, 2:21
Me encanta la descripcion de la casa... yo siempre he tenido aficion por las casas antiguas... un viejo conejal de albacete corroboraría esa afirmación.
Ojalá algún día tenga ocasión de verla.. y jugar con las sombras del desván.. aunk como soy algo asustadiza.. lo mismo luego salgo corriendo si veo la sombra :D
18 de agosto de 2006, 10:03
mmm ese desvan, esa casa antigüa... que maravilla, siempre me han gustado los desvanes. Tuvimos una casa en un pueblo de Castellón que tenía desván y allí jugabamos casi todos los dias a hacer obras de teatro entre los primos... incluso encontramos unos discos para gramófono de 1948... todo un tesoro
Besikos
19 de agosto de 2006, 0:59
alana de cajas por abrir y de cajas abiertas. Todo alli son recuerdos, es un lugar donde me siento muy bien. Seguro que te pasa lo mismo en la casa de tus abuelos ;)
€vita a ver como se presentan otros veranos y si hay ocasión os llevo alli. Ahora mismo la casa necesita unos pequeños arreglos, pero bueno. Poquito a poco.
morrigan recuerdo una vez q subí al desvan y encontré una caja de puros llena de monedas de 10 y de 25 centimos de peseta, era un autentico tesoro de piratas.
1bsto!
19 de agosto de 2006, 11:07
me ha encantado la descripcion sacris, y espero con ilusion que algun dia me lleves a ver esa magia q cuentas...un beso enooorme, ciao!!!
19 de agosto de 2006, 20:09
Macho la casa de tu abuelo esta pidiendo a gritos u fiestorro aposeótico como menimo. Tu verás pero ya veo yo unas cuantas como con curiosidad.¿A no ser que sea esa la idea...je je je je.