Cuando andas por la calle con la mirada perdida, y te das cuenta de ello, se te pone una cara de tonto que no puedes con ella.

Alguien se da cuenta, y se sonríe. Tú por vergüenza, te sonríes.

Han sido dos sensaciones, la tuya que te ha alegrado, y el buen momento que le has hecho pasar a la otra persona pensando en que estás contento por algo.

Dos sensaciones, dos personas, un momento único.

¡Eso es la vida!


¡Feliz puente a todos!

El otro día estuve haciendo la compra de la semana, solemos hacer en mi casa una compra general más grande y llevamos el coche. Pues a la hora de cargar el coche, decidí dejar el coche en segunda fila en lugar de aparcarlo como hago siempre.

Con la suerte de parar el coche en una zona de paso para taxis, pero que podían pasar sin problemas, dejando la trayectoria de los taxis perpendicular a mi coche. Pues bien, sólo tardé escasamente un minuto, cargar las bolsas y me voy. Aparece un taxi, en vez de bordear el coche se para, y se me queda mirando y empieza a enarbolar las manos, le miré y pensé para mí, ¿de qué te quejas?.

Si todos condujéramos como lo hacen ellos, no habría quien cojiera el coche, y encima se me va a quejar. Pues no hacen ellos trampas y maniobras en las calles sin avisar y te las tienes que aguantar si no quieres darte con ellos.

Cuando toca regalar, soy de las personas que se complican. Me gusta regalar cosas útiles, no que sólo valgan su coste económico, ni la apariencia. Sobretodo me pasa con Navidades, porque no es un cumpleaños, ni aniversarios, ni eventos especiales.

Para mí, el hecho del regalo es igual de importante como el propio regalo. Y a veces me sucede que autoregalo, lo hago inconscientemente, pero pienso en qué puede gustar a esa persona pensando en las afinidades que compartimos.

Me pasa mucho con mi hermano, e igual le pasa a él. Me regala cosas que le gustan a él y yo le regalo cosas que me gustan a mí, pero como ya he dicho, son gustos que compartimos. ¿Son autoregalos?


Una vez me escapé del colegio con ocho años. Estaba en segundo de EGB y por entonces tenía dos clases por la mañana, el recreo, otras dos clases, la hora de la comida y luego otras dos clases más después de comer. En los primeros años no me quedaba al comedor escolar sino que como vivía cerca comía en casa. A veces venían a recogerme y otras no: salía de clase, me iba a por el pan porque la panadería estaba de camino a mi casa y ya luego después de comer volvía a terminar con las clases de la tarde.

Pues bien, una vez se me fue la pinza y cuando sonó el timbre para el recreo me creí que era ya la hora de comer. Debe ser que tenía hambre porque salí corriendo y me encontré con la puerta de salida del colegio cerrada. A mi eso ya me extrañó, pero como tenía que comprar el pan y comer pues con toda mi buena intención me fuí a la secretaría del colegio para que me dejaran salir a comprar el pan para comer, porque era mi responsabilidad y no me acuerdo ahora de como me las arreglé porque en la secretaría no me dijeron nada y me dejaron salir.

El caso es que llegé feliz a la panadería y el panadero se extrañó de que estuviera fuera del colegio a esas horas y entonces ya caí en la cuenta de que era la hora del recreo y no la hora de ir a comer de modo que muy nervioso (siempre he sido un niño bueno y responsable, casi siempre) me volví para clase entrando de nuevo por secretaría y llegando a tiempo a mi pupitre antes de que volviera el profesor.

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