Hoy quería contaros una de esas historias sobre vagabundos que malviven en una gran ciudad como es Madrid. Ayer salí del trabajo a las ocho y me dirigí hacia el metro a la parada de Pueblo Nuevo. La verdad es que no puedo quejarme pues tardo poco en llegar a mi casa, no tengo que hacer ningún trasbordo ya que es línea directa a hasta Avenida de la Ilustración y la línea 7 es nueva y bastante rápida. (Poco es más o menos media hora).
Estaba de pie al final del último vagón, apoyado en la pared del mismo y en Avenida de América subieron cinco jóvenes y se sentaron en los asientos, que estaban libres. Tendrían unos 16 años cada uno e iban jugando con el móvil, unos móviles de última generación, caros, cambiando de melodías y viendo videos. Vestían bien, pijos, se veía que venían todos de buenas familias pero por su modo de moverse y sobre todo por su modo de hablar podría decirse que eran los líderes de su pandilla, los “malotes” de su barrio.
En Francos Rodríguez entró en el vagón un vagabundo que iba a Pitis. Era una persona mayor, muy delgada y que iba sin fuerzas. Calzaba unas botas roídas y sin cordones, un pantalón de un chándal y no llevaba calcetines. Tenía una camisa de cuadros y llevaba puesto un abrigo muy sucio. En las manos llevaba un periódico y lo único que hizo fue sentarse en el suelo, con mucho esfuerzo, a leerlo. El grupo del que os hable antes lo miraron con asco (la verdad es que todos lo miramos con asco, doy fe de que olía muy mal, desprendía un olor muy similar al de un vertedero) y uno de ellos se levantó y le dijo “que mal hueles” y se fue a sentar al otro lado del vagón, el resto de sus amigos le siguieron. Al poco el hombre se levantó con mucho trabajo, casi como si le llevara la vida en ello y se fue a sentar en el sitio que habían dejado libre los cinco niñatos (no tienen otro nombre) pero mientras que se levantaba y desde el otro lado del vagón le volvieron a gritar “aquí ni te acerques, basura”, pero el mendigo no le hizo caso y volvió a dedicarse a su periódico. El la parada siguiente subieron dos amigos de los niñatos y continuaron riéndose e insultando al mendigo y a la parada siguiente ya me bajé yo.
En ese vagón iban tres tipos de personas: los que no tienen nada y no piden nada, que no han tenido suerte en la vida y sufren cada día hambre , frío e insultos y vejaciones hacía su persona sin merecerlo. Luego estaban los que lo tienen todo. No lo merecen ni se lo han ganado sino que simplemente lo tienen y no son capaces de compartirlo ni meterse en la piel de otras. Este tipo de personas que se aprovechan de los demás y creen que están por encima de ellos. Y por último había otro tipos de personas: los que saben lo que esta bien y lo que no pero que no hacen nada.
Estaba de pie al final del último vagón, apoyado en la pared del mismo y en Avenida de América subieron cinco jóvenes y se sentaron en los asientos, que estaban libres. Tendrían unos 16 años cada uno e iban jugando con el móvil, unos móviles de última generación, caros, cambiando de melodías y viendo videos. Vestían bien, pijos, se veía que venían todos de buenas familias pero por su modo de moverse y sobre todo por su modo de hablar podría decirse que eran los líderes de su pandilla, los “malotes” de su barrio.
En Francos Rodríguez entró en el vagón un vagabundo que iba a Pitis. Era una persona mayor, muy delgada y que iba sin fuerzas. Calzaba unas botas roídas y sin cordones, un pantalón de un chándal y no llevaba calcetines. Tenía una camisa de cuadros y llevaba puesto un abrigo muy sucio. En las manos llevaba un periódico y lo único que hizo fue sentarse en el suelo, con mucho esfuerzo, a leerlo. El grupo del que os hable antes lo miraron con asco (la verdad es que todos lo miramos con asco, doy fe de que olía muy mal, desprendía un olor muy similar al de un vertedero) y uno de ellos se levantó y le dijo “que mal hueles” y se fue a sentar al otro lado del vagón, el resto de sus amigos le siguieron. Al poco el hombre se levantó con mucho trabajo, casi como si le llevara la vida en ello y se fue a sentar en el sitio que habían dejado libre los cinco niñatos (no tienen otro nombre) pero mientras que se levantaba y desde el otro lado del vagón le volvieron a gritar “aquí ni te acerques, basura”, pero el mendigo no le hizo caso y volvió a dedicarse a su periódico. El la parada siguiente subieron dos amigos de los niñatos y continuaron riéndose e insultando al mendigo y a la parada siguiente ya me bajé yo.
En ese vagón iban tres tipos de personas: los que no tienen nada y no piden nada, que no han tenido suerte en la vida y sufren cada día hambre , frío e insultos y vejaciones hacía su persona sin merecerlo. Luego estaban los que lo tienen todo. No lo merecen ni se lo han ganado sino que simplemente lo tienen y no son capaces de compartirlo ni meterse en la piel de otras. Este tipo de personas que se aprovechan de los demás y creen que están por encima de ellos. Y por último había otro tipos de personas: los que saben lo que esta bien y lo que no pero que no hacen nada.
23 de octubre de 2005, 13:02
Metro de Madrid = Ley de la Jungla. Firmado : M. Alcover
24 de octubre de 2005, 17:39
En una esquina cercana a mi piso hay un OpenCor. Todos las días, llueva, haga sol y caiga granizo, hay un mendigo pobre en la puerta. Es un chico joven, de unos treinta y pocos años con greñas y la ropa sucia. Se pasea arriba y abajo, ante la puerta del super, esperando que alguien le suelte cuatro centimitos, pero lo más curioso es que siempre tiene una frase agradable para todos y cadauno de los viandantes que pasamos por ahí. Sin ir más lejos, la semana pasada, entré cabizbaja en el super por motivos personales y al salir me dijo:"sonrie, mujer, que estás más guapa" y esta misma mañana, que regresaba contenta del trabajo me dijo: "así me gusta, que no dejes de sonreir" y me guiñó el ojo.
24 de octubre de 2005, 19:37
Quiere ligar contigo.....
24 de octubre de 2005, 19:37
¿Vives en Aravaca?
25 de octubre de 2005, 16:29
Juas, porque alguien te sonria en la calle o te diga algo bonito o simplemente agradable no significa que quiera ligar ¿en qué mundo vives? Aunque es cierto que la amabilidad en nuestras ciudades cada vez brilla más por su aucencia... Ya no queda gente como yo ;):P Y si la otra pregunta iba por mi, no, no vivo en Aravaca.