Una de las cosas de las que más me cuesta hablar son los miedos. De hecho creo que a todo el mundo le cuesta hablar de las cosas a las que teme. Quizás sea porque pensamos que el resto de la gente no nos va a comprender, o que somos los únicos que tenemos ese miedo pero el hecho es que generalmente nos cuesta admitir que todos le tememos a algo.
Resulta que llevo bastante tiempo controlando un quiste que me salió en la muñeca (un pequeño huesecillo que sobra), pues tengo que estar pendiente de si crece o no crece para avisar a los médicos y que me lo quiten si algo cambia. El caso es que le tengo mucho miedo a los quirófanos. La idea de que me anestesien y no abrir los ojos otra vez me asusta bastante, pero llega un momento en que la obsesión por el pequeño trozo de hueso que me sobra supera al miedo al quirófano, y entonces decides que es el momento de que lo quiten y acabar con la historia.
Pues bien, el otro día fui al médico y ya estoy en lista de espera. Estoy deseando que me lo quiten. Podría escribir unas cuantas quejas de niño en plan “¿y por que me toca a mi?”, pero al fin y al cabo no es nada serio y como alguien me dijo una vez “lo que tenemos es nuestro, es lo que nos ha tocado vivir, lo que nos ha regalado la vida, y sea bueno o malo tienes que aceptarlo y tirar para adelante, aprender de lo malo y disfrutar a tope de todo lo bueno”.
