En las laderas de una montaña cercana al Himalaya existe un bosque que jamás ha sido pisado por algún ser humano. Es un bosque mágico donde se podría hacer realidad todo lo que se pase por tu imaginación, pero lo que de verdad lo hace especial es su corazón, que está en el mismo centro del bosque. Allí, en un claro, un árbol solitario reina sobre todas las criaturas. Es un baobab, como los que ocupan el asteroide del Principito, solo que éste tiene más de mil años de vida y su altura destaca sobre el resto de los árboles del bosque, de hecho si tuvieras un catalejo desde su copa podrías ver la aurora boreal.

Este baobab es la casa de un hada. Es pequeña y mueve su esbelta figura al son de una música que siempre suena cuando ella está cerca. Nadie sabe de donde viene, pero yo creo que es el mismo viento que canta cuando la ve sonreír, y como la sonrisa no desaparece de la cara de la delicada hada, el viento no deja de cantar para ella esté donde esté. Está vestida con pétalos de rosas y hojas de hierbabuena y es el alma del bosque. La puerta de su casa está en la rama más baja del baobab, pues ella no tiene nada que temer ni nadie de quien protegerse. En una rama cercana un pájaro cuco tiene hecho su nido y se encarga de decirle cuándo es hora de dormir y cuándo de comer, pues ella es tan feliz que cree que el sol y la luna solo están en el cielo para verla bailar desde allí arriba.

Por las ramas más altas del baobab se oye corretear a dos ardillas, suaves como peluches, que también viven allí. De vez en cuando bajan del árbol a buscar bellotas, nueces y otros frutos secos para comer pero siempre que oyen silbar al hada, ellas acuden rápidamente ante su presencia pues se encargan de tirar del pequeño carromato sobre el que ella sale a dar sus paseos. No es que el hada no pueda volar, sino que simplemente prefiere ir sentada hablando con las ardillas ya que le encanta las voces de pito y la risa tan estridente y ñoña que tienen.

Cuando cae la noche y el cuco recuerda que ya es hora de ir a dormir, el hada del bosque le dedica a la luna sus últimas danzas antes de entrar en su casa y cerrar la puerta con picardía. Después escribe en una pizarra con tiza todas las cosas que le han pasado durante el día, se quita la ropa y se acuesta en su cama, que es una gran seta roja con lunares blancos que ocupa el centro de la habitación principal. Mientras el hada duerme el viento se encarga de llevarse todas las palabras escritas en la pizarra. Quizás eres uno de los pocos afortunado que creyeron escuchar en una brisa una historia de este lugar del que os he hablado. Si es así me gustaría mucho conocerla a mi también.

1 comentarios

  1. Margarida V  

    me encanto leer lo qu escribiste. viaje hasta lejos, a paises lejanos.:)

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