Son las dos de la mañana y aunque en el cielo de Madrid no puedan verse, las estrellas siguen estando ahí, mirando desde lejos como recorro mi camino ahora solo, ahora acompañado. La luna no quiere salir, quizás esté en Paris atormentando a un hombre lobo, y a cada paso que doy el cansancio se acumula más en mis párpados. Llevaba varias jornadas de mi viaje mirando al suelo pensando que así llegaría antes a mi destino, a algún destino, pero resulta que llega un momento en que pierdes la noción del espacio y del tiempo, y no sabes si te gusta el paisaje que atraviesas ni cuanto lograste andar durante el día y te sientes solo. Bueno, solo no por que tus sueños y tus miedos siempre viajan contigo y a veces en noches como esta se ponen a discutir a grandes voces y no puedes dormir. Preparo otra hoguera pues el frío empieza a calarse en mis huesos. Tumbado sobre un tronco y con un sombrero en la cara intento de nuevo dormir. Mañana será otro día y quizás por la noche aparezca la luna.