Lo primero que vio cuando despertó fueron las baldosas del falso techo de la habitación. Su cama estaba situada al lado de un gran ventanal y la luz le hacía daño en los ojos, así que volvió a cerrarlos mientras comenzaba a recordar: acababa de ser operado y la anestesia estaba dejando de hacer efecto. Tenía la garganta reseca a causa del oxigeno que le entraba por unos tubos transparentes que le molestaban en la nariz, y una pinza en el dedo meñique de su mano izquierda le tenía atado a una máquina que monitorizaba las pulsaciones de su corazón. Trató de llamar a la enfermera pero era incapaz de hablar, y de repente se dio cuenta de lo cansado que se sentía. Se quedó dormido.
Cuando volvió a abrir los ojos las persianas de las ventanas estaban bajadas y la enfermera estaba comprobando como entraba por la vía de la muñeca el calmante que le estaba inyectando. Le dio los buenos días y le preguntó que si quería beber algo. El contestó que si, y al instante la enfermera fue a por un vaso de agua. La cama estaba incorporada y desde esta posición podía ver toda la sala. La cama de al lado estaba ocupada por una señora mayor que estaba dormida, y la que estaba situada frente a la suya por una mujer que le miraba mientras sonreía. Al lado de la cama de esta mujer había un pasillo y desde su cama podía ver las ventanas del puesto de enfermeras.
La enfermera volvió con el vaso de agua y él lo bebió despacio. Nada más lo alejó de sus labios sintió unas ganas tremendas de vomitar y el agua salió por donde había entrado. La enfermera lo miró y le dijo que no se preocupara, que era normal y enseguida le limpiaba. Se dirigió al pasillo para volver al instante para limpiarle. Le dijo que faltaba aun un rato para la hora de visitas y que debía permanecer quieto descansando.
Cuando la enfermera se fue se tocó el vendaje que tenia cubriéndole el hombro derecho y la caja torácica. Le costaba respirar y sentía que le quemaban los pulmones. Volvió a mirar a la mujer que estaba frente a él y le devolvió la sonrisa que no se había borrado de su cara. Ella estaba más inmovilizada que él: tenía vías en las dos manos y estaba entubada. Las máquinas que la monitorizaban emitían diversos sonidos a ritmos constantes y las enfermeras se pasaban frecuentemente a controlarla. Sin lugar a dudas ella estaba más grave. Se la veía tranquila y de repente rompió el silenció:
- Tranquilo, serán solo unos días.
Cuando saliera de UCI ella aún seguiría allí.
26 de julio de 2005, 2:07
me encantaron tus palabras.
y que tengas una buena semana. ;)