Estaba sentada en la terraza de una pequeña cafetería frente a la estación, y desde allí podía ver el constante goteo de trenes que paraban, dejaban viajeros y volvían a partir. Era una mujer guapa, de esas que hacen que cualquier hombre se gire cuando pasa. Tenía las uñas de las manos y los labios pintados de rojo pasión, que hacían resaltar las pocas pecas que tenía en la blanquísima piel de su cara. Unas gafas de sol escondían sus ojos y llevaba el pelo largo, liso y negro recogido con una pinza. Calzaba unos zapatos con un tacón alto y el dibujo de sus medias grises serpenteaba por sus piernas hasta esconderse debajo de una minifalda que no tapaba la mitad de sus muslos. Su camisa era azul claro y estaba tan ceñida a su cuerpo que el último botón estaba a punto de explotar. Adornando su generoso escote tenía un colgante con la figura de un elefante con un diamante en la trompa, y en la muñeca izquierda una pulsera con cinco elefantes similares encadenados. ¿Su nombre? Olvido, y tenía una cita. No llevaba reloj pero no le hacía falta y no estaba nerviosa ni impaciente, pues sabía que de uno de esos trenes pronto bajaría él para reunirse con ella. En realidad hacía mucho tiempo que no hablaban. Ella se había cansado de escribirle, llamarle y dejarle mensajes en el contestador, pero aunque no contestara o le diera largas, nunca había dejado de esperarle ya que para él no había otra salida que la que ella le ofrecía. Salió del último vagón del tren de la vía cuatro. Dejó en el suelo su maleta, que solo contenía un bolígrafo, un libro infantil y una libreta llena de garabatos, dibujos, poemas y frases sin sentido. Eran las seis de la tarde y acababa de llegar a la estación que tanto tiempo había estado evitando. Se alegró de que en el andén no hubiera nadie esperándole: quizás aun no era la hora y podría volver a coger el tren de regreso a su vida. De repente la vio: Olvido se acercaba sonriendo. En el bolso llevaba los billetes de avión que les llevarían aun más lejos, sin equipaje, sin recuerdos, a una isla en medio del mar llena de sol y palmeras, donde el invierno no podría acercarse nunca.
Mira el Otoño
Mira el Otoño
24 de mayo de 2005, 3:20
hola
vine a agradecer y retribuir todas tus visitas y conmentarios.
volvere siempre a leer tus maravillosas palabras. :)