Quizás fuera que necesitaba
volver a escapar a Marte cuando de repente Marte se me presentó en forma de viaje a París y el viernes a las siete de la mañana cogimos un avión para ver las
nubes desde arriba y aterrizar en la ciudad de los croissants. No había subido nunca a un avión y la verdad es que no me gustó mucho la sensación: en el vuelo de ida fui incapaz de quedarme dormido pero lo cierto es que el vuelo de vuelta fue mucho mejor y se me pasó volando, nunca mejor dicho, pese a que tuvimos más turbulencias y hacía peor tiempo.
París genial, increíble. Todo tan grande, tan ostentoso.. es como el Madrid de los Austrias pero en plan exagerado. Y colas por todas partes, mucha gente y muchas esperas pero merecía la pena: la Torre Eiffel, el Museo del Louvre, el Trocadero, los Inválidos, el Sena, Montmartre, el Sacre Coeur, el Moulin Rouge, la Ópera
con su fantasma, la Plaza de la Concordia, los Campos Elíseos, el Arco del Triunfo, el palacio y los jardines de Versalles, Notre Damme, la Concergierie y Sante Chepeille, el Hotel de Ville, el Pompidou, Eurodisney...
Que decir: que me faltaron días para ver cosas y comer crepes, que la compañía fue agradable (
muchas gracias a las dos por organizarlo todo tan bien, aunque me hicierais la 13-14 con el Madrid – Barsa y a la otra aunque nos viéramos poco pues también), que vi
al Principito en francés, al Gato de Cheshire y a Campanilla, que casi me dejo los dientes en Versalles, que me harté a hacer fotos, que me traigo recuerdos que ya llevaba de Madrid, que no me gusta el Metro parisino, el de Madrid es mejor, que los franceses son lentos atendiendo y a veces se hacen los suecos, que tengo que aprender francés e inglés... en fin, que se me hizo corto y tengo que volver.
Muchas gracias de nuevo a las dos, por todo,
y a la tercera en discordia también.