Tengo algo que contar y no sé como empezar. El caso es que cuando estoy lejos del ordenador por mi mente pasan discursos enteros sobre como veo la vida, las cosas que me importan o las cosas que me molestan pero cuando por fin logro sentarme y pongo las manos en el teclado para escribirlas resulta que me quedo bloqueado. A veces soy capaz de destapar el pequeño tarro de las esencias que soy y mostrar lo que hay dentro, pero otras muchas eso a lo que podríamos llamar “La vida según Sacris” o “Filosofía de vagón” no llega a tomar forma y se queda oculto entre las musas que me visitan en trenes, autobuses y rincones perdidos de mi facultad y yo.


No me acuerdo ya de lo que quería hablar. Bueno, miento, si que me acuerdo. Quería hablar sobre lo compleja y relativa que es la amistad. Quería hablar sobre lo fácil que es a veces sentirte cercano a alguien que está muy lejos y también de cómo hay gente que poco a poco se aleja de nosotros aunque sigamos sintiendo el tacto de sus manos y les sigamos viendo donde siempre. Pero creo que voy a ir terminando esto: la vocecita que suena dentro de mi cabeza y me dicta lo que tengo que escribir me está diciendo que me vaya a dormir y creo que voy a hacerla caso dejando esto a medias.


Mirarte es como ir a visitar

el Museo del Prado.

En cada pared de tu alma

hay colgada una obra de arte.

En cada rincón de tu ser

podría pasar horas observando.

Eres el Museo del Prado:

anhelo de cualquier cuadro,

belleza dentro de algo bello.


sacris


la palmera
Originally uploaded by sacris.

Hace tiempo le prometí­ a una amiga que le dibujarí­a algo y se lo enviaría por correo.
Hay días como hoy en los que parece que estás fuera del mundo y te acuerdas de una promesa. Entonces coges un bolí­grafo y te da por pintar.

Para mi niña de la palmera ;)


Creo que lo que nos hace diferentes de los animales no es la inteligencia ni la capacidad de adaptarnos a casi cualquier medio (o más bien la capacidad de adaptar casi cualquier medio a nuestro modo de vida). Para mi, lo que de verdad nos diferencia de ellos son los sentimientos. Cualquier animal tiene una inteligencia como la nuestra, no tan desarrollada y complicada por que la evolución es distinta para cada ser, pero mientras ellos se mueven más por instintos nosotros nos dejamos llevar por lo que nos dice nuestro alma.

Ellos tienen el instinto maternal, el sexual, el de supervivencia, de protección… y nosotros tenemos el odio, el amor, la envidia, la venganza, la felicidad, la imaginación, el cariño, la ambición…. y con esto no quiero decir que no tengamos instintos, pues los tenemos como cualquier otro animal, solo que también poseemos una moral y una escala de valores que nos dice que está bien y que no y que nos hace actuar en contra de lo que manda nuestra parte animal.

Para todos los leones un ciervo es comida, algo que cazar y comer, y lo mismo pasa con todas las diferentes especies en las que todo lo que les rodea es lo mismo para todos. En cambio para nosotros, las cosas no son lo que parecen. Ponemos precio a nuestras posesiones y las valoramos, e incluso con ello existen cosas que no tienen valor, pues nos significan algo o nos traen recuerdos.

Eso es lo bonito de la especie humana, que un simple corte de pelo puede ser importante para una persona, puede traerle sentimientos o cambiarle el estado de ánimo y el resto no tiene por que entenderlo.

…. dice la canción, que el dolor no me sea indiferente, que lo injusto no me sea indiferente, que la guerra no me sea indiferente, que el engaño no me sea indiferente, que el futuro no me sea indiferente. Hoy me he levantado y nada más poner la televisión he visto lo que quedaba de una patera en Tarifa, personas tiritando de frío en la playa y un bebe muerto de hipotermia.

Me siento impotente viendo como gente vive en una situación tan al límite que deciden arriesgar su vida y la de sus hijos o bebés tratando de cruzar el estrecho, intentando llegar a lo que creen un paraíso, un lugar para la esperanza sin saber que luego los llamarán ilegales (citando a un profesor mío ¿Cómo puede ser una persona ilegal? Indocumentada como mucho). Se me revuelven las tripas al pensar que hay gente capaz de aprovecharse de las miserias de los demás para sacar una tajada metiendo en una patera más almas en pena de las que entran, en una patera que ya se hunde casi antes de partir y abandonándolos a su mala suerte cuando ven que algo va mal o mejor dicho cuando creen que les van a pillar, puesto que mal…. va mal desde el principio.

No puedo terminar de escribir esto sin hablar del nuevo Papa, Benedicto XVI. Espero estar equivocado y que me demuestre que han acertado eligiéndole a él. No quiero un Papa que no se identifique con la sociedad actual. No me hace falta un Papa preocupado por que el sexo sea o no pecado, por teologías, por condones, gays o mujeres que dan misa y cosas de ese estilo, sino un Papa a quien como dice la canción no le sean indiferentes el dolor, lo injusto, las guerras, el engaño y sobre todo el futuro.

Ese es el nombre del veneno que según el doctor Igor afecta a Verónika en “Verónika decide morir”, libro escrito por Paulo Coelho y que espero tengáis ocasión de leer.

Vitriolo o amargura, ese mal silencioso que se mete dentro de nosotros, que nos infecta y nos daña lentamente sin que nos demos cuenta, tiene entre sus facultades robarnos la capacidad de desear, consiguiendo que poco a poco se mueran nuestras pasiones y quedemos en un mundo rutinario y sin sentido. Además, una vez que se ha metido en nuestro organismo es muy difícil deshacerse de él, puesto que no hay un antídoto genérico que lo remedie milagrosamente. Por explicarlo de otro modo, si el mundo fuera el mar de fueguitos descrito por Eduardo Galeano, el vitriolo sería el líquido elemento que conseguiría apagarnos.

Como todo veneno, no entra solo en nuestro organismo. Unas veces lo traen personas que quieren hacernos mal, y nos invitan a copas de vino envenenado que bebemos sin pensar. Otras en cambio, somos nosotros mismos los que nos envenenamos al entrar en ciénagas y pantanos sin saber los peligros que contienen o siendo incapaces de sortearlos (sin olvidarnos de que la vida es uno de esos caminos en los que estamos metidos). Por último hay veces que personas que nos quieren hacen cosas que de rebote y sin saberlo ellas, mueven hilos con agujas infectadas que se nos clavan en la piel.

Para terminar decir que aunque no haya un antídoto genérico que cure a todo el mundo, (al igual que no hay una acción concreta que envenene a todo el mundo), hay miles de antídotos diferentes para cada persona, y que en todo caso hay una solución, unas veces milagrosa y otras más común, y que ese remedio está en el sitio menos pensado.

Desde allí arriba el suelo parecía el enemigo. El viento la balanceaba de un lado a otro y hacía que se estremeciera. No le encontraba mucho sentido a su vida. Ella estaba ahí, segura en el sitio donde había estado siempre, rodeada de seres como ella. Ahora era otoño y el tiempo le había robado el color y la alegría que siempre tuvo en primavera. ¿Y si se dejaba caer? Serían solo unos segundos de caída y el fin. ¿El fin? ¿Seguro que sería el fin? Nadie había vuelto de allí para decirle que había después. Mentiría si dijera que no había escuchado comentarios a los pájaros, pero ella no había querido hacerles caso. La verdad es que puede que fuera solo un cambio pero, ¿quería cambiar? En aquel lugar todos se habían acostumbrado a la rutina. Querían que todo fuera siempre igual pero ella acababa de darse cuenta de que eso no podía ser. Según iba cambiando el calor por el viento y el frío la idea de que ese ya no era su sitio se iba metiendo más en ella. Una voz habló fuerte desde su interior: “Suelta ya mi rama, por favor, aquí ya no tienes nada que hacer.” Sabía que era la voz de aquel que la había sostenido siempre. “Ya te he dado todo lo que podía darte y no queda nada en mi que puedas aprovechar. Suelta mi rama ¿no ves que sino moriremos los dos? Tu función aquí ha terminado”. Aquella voz que le había hablado tan duramente tenía razón. ¿Qué perdía intentando cambiar? Empezó a caer lentamente, bailando al son del aire que la mecía. Nada más que la pequeña hoja de abedul rozó el suelo notó que su vida tenía un nuevo sentido. Miró hacia arriba, a la rama donde había estado siempre y vio que una nueva hoja empezaba a nacer en su lugar. La voz, que ahora hablaba desde lejos, decía “Gracias, así crecemos los dos”.

Cuando era niño pasaron por mis manos un montón de objetos que durante unos cuantos meses se convertían en lo más importante de mi vida. Eran fiebres poco duraderas que afectaban a todos mis amigos y compañeros de colegio. Cromos, peonzas, canicas, tazos, chapas, yo-yos, esas manos que se pegaban que daban con las bolsas de patatas y otras chorradas así nos hacían pasar unos recreos entretenidos.

Lo más común de todo eran los cromos. Recuerdo especialmente dos colecciones: una que terminé, la de Bola de Dragón que no eran cromos sino "trading cards", mucho más sofisticadas, y luego la típica que casi todos los niños hemos hecho de "la liga de la temporada tal..". Me sentí el niño más afortunado del mundo cuando en un sobre me vino el cromo de Maradona con la camiseta del Sevilla, y podía cambiarlo por cuarenta cromos. Al poco tiempo todo el mundo tenía a Maradona y perdió su valor, pero bueno, a mi me daba igual.

La pasión por las peonzas o los yo-yos vino como las anteriores. Alguien aparecía en el patio con uno y no tardábamos dos días en ir corriendo a nuestros padres con la cancioncilla de "quiero un yo-yo" o "quiero una peonza", pero al menos en mi colegio esto duró poco: los yo-yos no eran lo suficientemente fascinantes (aun que dominé un par de técnicas comunes y una de mi invención) y las peonzas fueron prohibidas por el director por culpa de un pequeño percance entre una "carnicera" y la cabeza de alguien.

Las canicas no se me daban nada bien. Tenía una buena colección con varios ojos de gato, pero el juego en sí me aburría. En cambio las chapas llenaban las tardes de mis veranos en la plaza que hay frente a mi casa. Mi padre es camarero y se ocupaba de traerme las más planas para mi equipo ciclista pero yo siempre jugaba con mi chapa de la suerte. No se me daba mal. También estaba el fútbol chapa, pero a eso nunca me aficioné.

Me alegra recordar estos juegos y ver que no pasan de moda, pues hoy pasé por la puerta de un colegio y como antaño, un hombre estaba repartiendo sobres a los niños, que como yo en su día corrían nerviosos a por cromos gratis.


cartel
Originally uploaded by sacris.

El otro dí­a una amiga me mandó un email con este cartel. Como ella dice a partir de las 17.00 horas más o menos del dí­a 15 de abril tendrémos la maravillosa oportunidad de hacer algo por alguno de nuestros semejantes.

Para los que no sepáis donde está el colegio:

C/Fernando el Católico 49
Metro Argüelles, Moncloa, Islas Filipinas

Yo trataré de ir aun que solo sea para tomar una caña o un poco de paella. Si os animais... avisarme.

Hace dos semanas un terremoto sacudió Yakarta. Allí siguen pasándolo mal (y lo que les queda) y aquí parece que ya lo hemos olvidado. Los telediarios no sacan nada y nosotros estamos tan felices como siempre. Para recordarlo voy a colgar un artículo que escribí en Navidades, cuando el tsunami. Lo titulé "Cuando los números pierden su sentido" y los números de los muertos y desaparecidos siguen subiendo.

Cuando los números pierden su sentido

Esta mañana cuando me desperté y puse la televisión, en el telediario decían que ya eran más de ochenta mil los muertos causados por el Tsunami, y que incluso había fuentes que subían el número a cien mil. Salían imágenes desde un helicóptero de pueblos arrasados bajo las aguas o de filas y filas de pilas funerarias ardiendo y daban más cifras: que si tres mil suecos, que si mil alemanes, que si un español....

No se si podemos darnos cuenta de la envergadura de esta tragedia. Tengo la impresión de que cada vez que oímos una cosa de estas, pasamos un poco: estamos insensibilizados. Escuchamos cifras y cifras y nos entran por un oído y nos salen por otro. Acaban de decir en el telediario que ya van ciento veinte mil muertos. Quizás en Navidades prefiramos mirar a otro lado, pero por un momento vamos a hacer un experimento: pensad en vuestros hermanos y hermanas y empezad a contar. Vuestro padre y madre, ¿tenéis tíos? ¿y primos? No os olvidéis de vuestros amigos más cercanos…. ni de los menos cercanos, ni de vuestra novia o novio y ya vamos a parar, nos quedaremos en nuestros seres más queridos y dejaremos de lado a los vecinos y a los conocidos. ¿Cuántos habéis sumado? ¿Cien, quizás doscientas personas? A mí ahora, los números de antes me parecen diferentes. ¿A vosotros no?

Tampoco vamos a ponernos en plan dramático. Las cosas no van a cambiar por mucho que lloremos o por muy tristes que nos pongamos (al fin y al cabo Sri Lanka está lejos… y bueno, no nos toca mucho). Ya que no podemos ir, podemos enviar dinero, alimentos, medicinas o podemos tratar de sensibilizar a los que nos rodean. Incluso si no hacemos nada de eso y miramos más cerca, seguro que tenemos mil cosas aquí al lado que, aun que no sean tan trágicas, no debieran ser así. Otro mundo es posible y poco a poco podemos llegar a él.

Para concluir, contaros un anuncio que vi. ayer, seguro que os suena. Salía una niña en una oficina de correos, dejando en el mostrador unos cuantos juguetes. Cuando el dependiente le preguntaba que qué hacía, la niña contesta que quería devolverle a los Reyes Magos esos regalos y que quería pedirles otra cosa. En la siguiente escena salía la niña entrando en una habitación de un hospital dando un abrazo a un niño enfermo. El anuncio termina diciendo “para lo realmente importante”.

Espero que tengáis una buena entrada y salida de año. Os deseo que el 2005 (sin rimas) sea un gran año, que no perdáis la ilusión y que no olvidéis lo realmente importante.

Madrid, 28 de diciembre de 2004

Os voy a contar otra de estas historias de vagabundos que veo en el Metro de Madrid. Eran las siete de la mañana y estaba entrando en el vagón de la línea 6 con dirección a Méndez Álvaro cuando un ronquido me sacó de mis pensamientos. Levanto la cabeza y veo a una señora durmiendo arrugada en el asiento en una posición incomoda hasta de mirar. De piel oscura, parecía mayor aunque entre sus sucios y despeinados cabellos y su chaquetón de cuero apenas se le distinguía el rostro. Llevaba puestos unos zapatos rotos y sin cordones y unos calcetines morados de cuadros. El pantalón vaquero estaba desgastado y su pelo era largo y canoso.

La mayoría de la gente en el vagón la miraba: unos con asco, otros con pena o lástima e incluso (y no eran pocos) había gente a la que les parecía una situación de lo más divertida. A mi no me hizo ninguna gracia. Si a esas horas estaba donde estaba y como estaba, me pregunto donde pasó el resto de la noche y como pasará el resto del día. Más tarde, subido en el autobús que me lleva a Aranjuez, me he quedado dormido como cada mañana en el asiento y me he acordado de mi casa, de mi cama y hasta del osito de peluche que tenía cuando era niño.

Son las doce y estoy de vuelta de la facultad. Mi compañero acaba de dejar el tren y se ha bajado en su estación después de ganarme tres partidas a las cartas. De hecho me ha dado una paliza, en media hora no he logrado hacer una escoba. “Ya tendrás suerte en otras cosas” me dice al despedirse.

El tren ha vuelto a parar y una mujer que se acaba de subir se acerca hasta mi sitio. Estoy sólo en los cuatro asientos y me aparto un poco para que se pueda sentar, iba demasiado cómodo. Me da las gracias y la miro y veo que una lágrima cae al suelo. Es una mujer joven, delgada, morena, bastante atractiva. Tiene el pelo castaño con mechas rubias en las puntas y unas gafas de sol azules que ocultan sus ojos. Lleva unos pantalones vaqueros muy desgastados, unas nike blancas y un polo blanco con rayas azules. En las manos tiene varias pulseras de tela de colores y un reloj metálico. En una de ellas trae un porro casi consumido y en la otra el bolso, un jersey y una carta arrugada. Se la ve nerviosa.

Al mismo tiempo un peruano que acaba de subir a pedir empieza a tocar con su guitarra una melodía que me suena mucho y empiezo a cantar yo antes que el, en bajo, soy muy tímido y no se cantar.

Vuela esta canción para ti Lucia la más bella historia de amor que tuve y tendré…

La mujer me mira y saca del sobre la carta. No quiero ser indiscreto, pero leo en el sobre escrito con un rotulador rosa un “te amo” con mayúsculas. Se da cuenta de que la miro y la sonrío, me devuelve la sonrisa y se pune a leer su carta

Es una carta de amor que se lleva el viento…

Dejo de cantar y me limito a escuchar al peruano y a mirar el reflejo de la mujer en la ventana. Canta muy bien. La canción nos está llegando mucho y la mujer vuelve a meter la carta en el sobre y trata de guardarlo en el bolso. Está muy nerviosa y le cuesta. Me vuelve a mirar y me sonríe. Precipitadamente se levanta y me dice “voy a fumar fuera, cuídamelo” y sin más deja el bolso en el asiento y sale al espacio que hay entre los dos vagones.

Tus recuerdos son cada día más dulces…

Entre tanto el peruano está poniendo punto y final a la canción con su guitarra y empieza a pedir dinero. La mujer vuelve a entrar, no han pasado más de veinte segundos. Me da las gracias por cuidarle el bolso y me vuelve a sonreír. Sin conocernos, hemos repartido penas en tres gestos.

Me fijo y más de quince personas han dado dinero al cantante. Pocas veces he visto eso en un metro o tren. Llegamos a Atocha y la pierdo de vista. Me oculto entre el montón de gente que cambia de vía y pienso que la vida no debiera ser así.

Hace un rato que llegué a casa y estoy escuchando a Serrat.

Hola a todos y a todas y bienvenidos a este espacio.

Visto que la experiencia de la página de los calzonazos está un poco acabada y que mi afición por escribir sale de vez en cuando, he decidido abrir un blog para que podáis leerme.

Iré subiendo poco a poco artículos nuevos y viejos pero para empezar os dejaré con la canción que ha dado título a mi blog
SOBREVUELO
Sobrevuelo,
paso los charcos, por encima
y hasta luego,
y si me dices que has venido,
me lo creo, y pienso,
todo me da igual.
Y aterrizo,
agarrame los pies
que no sé dónde piso,
quiero pasar
pero no sé quien va primero,
y no me dejan de empujar.
QUIERO CORRER
DONDE SÓLO SE PUEDE ANDAR,
QUIERO CANTAR
DONDE NO SE PUEDE NI HABLAR,
QUIERO APARCAR
DONDE NO SE PUEDE APARCAR,
PARA DESPUES PODER SUBIR,
POR LA ESCALERA DE BAJAR.
QUIERO PASAR
TODA LA NOCHE SIN DORMIR,
LEYENDO UN LIBRO EN BLANCO
QUE HABLE SOBRE MÍ,
QUIERO ESCRIBIR
LO QUE NI YO PUEDO ESCRIBIR,
PARA DESPUES PODER BAJAR
POR LA ESCALERA DE SUBIR.
Ya despego,
y de repente vuelvo a ver
lejos el suelo.
Me hago a la idea, que me he ido
y me lo creo y pienso,
no me va tan mal.
E investigo,
ya sé que a veces no hago
todo lo que digo,
pero resuelvo siempre
bajo el aguacero,
aunque me tenga que mojar.
QUIERO CORRER
DONDE SÓLO SE PUEDE ANDAR.
QUIERO PODER
PINTARME ALAS Y VOLAR.
QUIERO ESCALAR
LO QUE NI YO PUEDO ESCALAR,
PARA DESPUES PODER REIR
CON LOS MOTIVOS DE LLORAR.
QUIERO PASAR
TODA LA NOCHE SIN DORMIR,
LEYENDO UN LIBRO EN BLANCO
QUE HABLE SOBRE TI,
QUIERO ESCRIBIR
LO QUE NI YO PUEDO ESCRIBIR,
PARA DESPUES PODER LLORAR
CON LOS MOTIVOS DE REIR.
QUIERO CORRER
DONDE SÓLO SE PUEDE ANDAR,
QUIERO PODER
PINTARME ALAS Y VOLAR
QUIERO APARCAR
DONDE NO SE PUEDE APARCAR,
PARA DESPUES PODER SUBIR,
POR LA ESCALERA DE BAJAR.
QUIERO PASAR
TODA LA NOCHE SIN DORMIR,
PARA VIAJAR PODER PINTAR
MI VIDA CADA DIA
VISTA DESDE AQUÍ,
QUIERO QUE ESCRIBAS
LO QUE NO PUEDAS DECIR,
PARA DESPUES PODER LLORAR
CON LOS MOTIVOS DE REIR.
Lagarto amarillo

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